¿Este año será Como siempre o Como nunca? Como siempre parece imposible y factible al mismo tiempo; y Como nunca es probable que apetezca, después de lo vivido y de lo que aún estamos viviendo: no recuerdo un año con tantas posibilidades. Siempre y Nunca suelen usar diferente calor para fundirse con la Tradición. Siempre es la necesidad de que todo siga igual y Nunca la ilusión de rascar en esa necesidad, de festejarla con más descaro. También es cierto que para llegar a las sensaciones de este año hemos tenido que olvidar pronto la sacudida de vulnerabilidad que trajo consigo la pandemia (como si ya estuviéramos limpios del todo). Yo creo que olvidamos tan pronto porque somos seres que cada día necesitamos alimentarnos, que acto seguido digerimos y que a continuación desechamos lo que ya no es importante. Es un proceso rápido que no conlleva Tradición alguna, sino que responde a una búsqueda de estabilidad. Podría decirse que a la Tradición y a la supervivencia les ata la misma soga, pero en extremos opuestos. De ahí que sea imposible salir mejores, la pandemia no fue alimento, nos la tragamos, sí, pero no la digerimos para sacar nutrientes, sólo para excretarla rápidamente.
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EL CONTEXO HISTORICO: La década de los sesenta y setenta (1ª parte)
Desde los años inmediatos a la terminación de la Guerra Civil hasta mitad de los sesenta, la tradición de la Semana Santa permaneció anquilosada manteniendo, sin variación, los mismos actos, horarios y demás celebraciones. Fueron tiempos de gran austeridad, encuadradas las costumbres a la intimidad familiar, destacando la sencillez con que los tamborileros participaban en los redobles sin ninguna clase de ostentación.
En aquellos años de escasos recursos hubo que agudizar el ingenio y una simple caja de sardinas de cubo valía para fabricar un tambor. Muchos ejercieron de artesanos, guardando las pieles de los animales sacrificados, corderos o cabritos, para curtirlos y convertirlos en parches para los tambores y bombos. La túnica servía para toda la vida, la cosían en casa, con mucho doble para bajarlo a medida que uno crecía. El instrumental, rústico o de compra, estaba siempre preparado para el gran momento. En esa época los más mayores recordaban que el tambor había que tocarlo con sentimiento y fijar muy bien los ritmos de la percusión.
EL CONTEXO HISTORICO: La década de los sesenta y setenta (2ª parte)
ver «EL CONTEXO HISTORICO: La década de los sesenta y setenta (1ª parte)»
En 1971 la rompida en la plaza de la Hoya, que era el lugar tradicional de inicio y final de los redobles, resultó insuficiente para acomodar a tanta gente que quería presenciar el acto. Muchos tamborileros no pudieron acceder a la plaza y las quejas se trasladaron a la autoridad municipal. El Ayuntamiento tomó nota acordando que para el próximo año el romper la hora tuviera lugar en la plaza de España. Para eso fue trasladada la placa con la efigie de mosén Vicente Allanegui, obra del escultor José Lamiel, desde el arco de la Hoya, donde estaba ubicada, hasta la fachada de la casa Consistorial. Además con esta medida el Alcalde pudo presidir desde los balcones de Casa de la Villa, acompañados de sus invitados, la rompida y la ceremonia final.
En esa época, hace ahora 50 años, la Alcaldía de la Villa la ostentaba Serafín Espada Torres, siendo el Secretario del Ayuntamiento, Julián Bosque. Posteriormente, a Espada le sucedió en el cargo como Alcalde, Francisco Negro. El titular de la Parroquia, en aquel tiempo, fue mosén Antonio Salas, siendo sustituido por el sacerdote Antonio Ferrer Orrios. Entre medio de ambos estuvo de coadjutor Roberto Gracia.
«La esencia» por Joel Ibáñez Bondía
Después de dos años sin nuestra querida Semana Santa todo hace indicar que este año por fin sí, y no porque lo digan las autoridades, sino porque de verdad se respira a Semana Santa cuando andas por las calles de Calanda, un año más como siempre, como nunca.
Si algo caracteriza a nuestra Semana Santa es que al paso de los años se mantiene firme en sus formas, rigurosamente preserva las tradiciones, el orden y la majestuosidad de la misma, inalterable ante cualquier influencia que pueda llegar de otras tantas maneras de celebrar la misma.
Balance de la Escuela del tambor y el bombo
El pasado viernes 25 de febrero terminó por este año la Escuela del tambor y el bombo.
Este año era un tanto especial, ya que se retomaba nuestra tradición más arraigada.
Después de dos años afectados por esta pandemia, no sabíamos cual iba a ser la respuesta de la gente, pero por suerte nos hemos visto gratamente sorprendidos por la afluencia de niños y mayores.
Este año la Escuela del tambor y el bombo se nos ha hecho corta a todos.
Se nota que la gente tiene ganas de volver a esos ensayos tan esperados, a las procesiones, al momento de Romper la hora y a nuestra entrañable Parada.
En una palabra, tenemos ganas de que nuestra querida y deseada Semana Santa, se vuelva a celebrar.
Desde aquí queremos mandar nuestro agradecimiento más sincero a todos los que nos han estado acompañando durante todos estos viernes.
A los compañeros de grupo, gracias, muchas gracias por vuestro tiempo y por ese trabajo tan formidable que se hace entre todos.
Escuela del tambor y el bombo.

«Esa obsesión por los tambores…» por Pedro Rújula (Prólogo del libro «Cofradía Jesús Nazareno, 50 años de historia»)
No hay otro lugar como Calanda que combine de manera tan perfecta la multitud y el individuo, el sonido envolvente y la percusión íntima, la voluntad de ser parte de un todo colectivo y la excitante afirmación de la autonomía personal. Aquí, en el corazón del Bajo Aragón, tiene lugar un rito que se repite cada año. Como si de renovar un pacto secular se tratara, centenares de vecinos se reúnen para anudar multitud de sentimientos en una sola ceremonia. Y todo gira en torno a un instrumento de apariencia humilde como el tambor que, sin embargo, es capaz de trascender los límites de lo evidente. Decía Salvador Dalí que Buñuel estaba obsesionado por los tambores. “Cuando estábamos en Los Ángeles —decía—, cenamos una vez y no hablaba más que del día que podría volver a Calanda. Esa obsesión por los tambores…”.
La presencia de Luis Buñuel en el universo de los tambores de Calanda ofrece un buen punto de apoyo para comprender lo que tiene lugar durante las veintiséis horas que siguen al mediodía de Viernes Santo. En ese tiempo se dan cita sin solución de continuidad la herencia religiosa, que en el imaginario local representa la figura de mosén Vicente Allanegui, y la dimensión secular encarnada por el cineasta calandino. El interés de Buñuel por los tambores, documentado ampliamente en las conversaciones mantenidas por el escritor Max Aub,1 hizo de estos un icono de la cultura universal. El sonido ronco, los toques conservados en la memoria, el regreso periódico a su pueblo natal para tocar el tambor y sentirse entre los suyos fueron la otra cara de aquellos tambores que acompañaron por el mundo a películas inmortales como La Edad de Oro, Nazarín o Simón del desierto.
No hay otro lugar como Calanda que combine de manera tan perfecta la multitud y el individuo, el sonido envolvente y la percusión íntima, la voluntad de ser parte de un todo colectivo y la excitante afirmación de la autonomía personal. Aquí, en el corazón del Bajo Aragón, tiene lugar un rito que se repite cada año. Como si de renovar un pacto secular se tratara, centenares de vecinos se reúnen para anudar multitud de sentimientos en una sola ceremonia. Y todo gira en torno a un instrumento de apariencia humilde como el tambor que, sin embargo, es capaz de trascender los límites de lo evidente. Decía Salvador Dalí que Buñuel estaba obsesionado por los tambores. “Cuando estábamos en Los Ángeles —decía—, cenamos una vez y no hablaba más que del día que podría volver a Calanda. Esa obsesión por los tambores…”.
La presencia de Luis Buñuel en el universo de los tambores de Calanda ofrece un buen punto de apoyo para comprender lo que tiene lugar durante las veintiséis horas que siguen al mediodía de Viernes Santo. En ese tiempo se dan cita sin solución de continuidad la herencia religiosa, que en el imaginario local representa la figura de mosén Vicente Allanegui, y la dimensión secular encarnada por el cineasta calandino. El interés de Buñuel por los tambores, documentado ampliamente en las conversaciones mantenidas por el escritor Max Aub,1 hizo de estos un icono de la cultura universal. El sonido ronco, los toques conservados en la memoria, el regreso periódico a su pueblo natal para tocar el tambor y sentirse entre los suyos fueron la otra cara de aquellos tambores que acompañaron por el mundo a películas inmortales como La Edad de Oro, Nazarín o Simón del desierto.
Comienza la «Escuela del tambor y el bombo» 2022
El pasado viernes, 28 de enero de 2022, dio comienzo la VI Edición de la «Escuela del tambor y el bombo».
- Todos viernes a las 19:30 h (desde el 28 de enero hasta el inicio de la Cuaresma)
- Local de la cofradía en la calle Santa Cruz (Antigua harinera). Frente al parque de la máquina.
- No es necesario pertenecer a la cofradía, ni inscribirse en ninguna parte, los ENSAYOS serán LIBRES Y GRATUITOS.
- más información…


Artículo de Presentación del libro «Cofradía Jesús Nazareno, 50 años de historia», por Juan Herrero
Con el paso de los años, todas las cofradías, asociaciones o instituciones tienen su historia, y nuestra Cofradía, tiene la suya propia.
En mi ADN, no está pensar en Semana Santa solamente los días previos a la Cuaresma, ya que para mí, todo el año es Cuaresma. La Semana Santa es una parte muy importante de mi estilo de vida.
Hace unos años, concretamente el año 2017, empecé a pensar la posibilidad de hacer un libro referente a nuestra Cofradía.
El motivo no era otro que el 50 aniversario de la fundación de la misma. Y así consta en el acta de fecha 15 de marzo de 1970. Además fue la primera vez en que los 16 fundadores de la Cofradía, sacaron el paso de Jesús Nazareno en las procesiones de La Soledad y del Santo Entierro.
En el año 1971 a este grupo de hermanos, se incorporan un número importante de personas y algunos hijos de los fundadores, entre los cuales me encontraba yo.
Es, en este año, cuando la Cofradía empezó a tomar forma, y comenzó su andadura hasta el día de hoy.
Para que este proyecto del libro se pudiese llevar a cabo, tenía que buscarse el momento y las condiciones para que fuese una realidad.
Por ese motivo hubo que adelantar otros desafíos que la Cofradía tenía, como la renovación del estandarte, faroles de acompañamiento y la sustitución de las velas antiguas por unas más actuales.
Siempre he pensado que la Cofradía debería tener su propio libro por todo lo que ello significa y por todo lo que la rodea. No solamente tenemos que conformarnos con hablar de tambores, bombos, anécdotas, viajes o tradiciones, siempre de palabra, sino que era necesario algo más. En nuestro caso era un libro donde poder plasmar toda nuestra historia como Cofradía, y a la vez que hubiera constancia material de ello.
En primer lugar, convoqué a la Junta para explicarles el proyecto y los nombres de los cofrades que iban a formar el equipo de trabajo.
Afortunadamente, conté con la aprobación unánime de todos los asistentes.
Lógicamente, se necesitaba un cofrade con la suficiente información acerca de la Semana Santa y de nuestra Cofradía, que marcase los tiempos y las pautas de trabajo. Y esa persona era Paco Navarro.
El resto del grupo está compuesto por: José Miguel Asensio, José Miguel Leal, Rubén Magrazó y yo mismo.
Igualmente, había que obtener colaboraciones o financiación para que la Cofradía no tuviera que soportar todo el peso económico de este proyecto tan ilusionante, y afortunadamente se ha obtenido una parte muy importante de ello.
Quiero terminar, dando las gracias a toda la Cofradía, porque gracias a vosotros, somos lo que somos y estamos donde estamos.
La historia continua.
Juan Herrero
Hermano Mayor de la Cofradía de Jesús Nazareno
(Texto extraído del libro «Cofradía Jesús Nazareno, 50 años de historia»)
