Mi llegada a Calanda ha tenido muchos momentos con intensidades emocionales diversas. Nadie se sorprenderá si digo que todo lo relacionado con los tambores y la Semana Santa es de máximo vigor emocional. Pero en relación a este tema, hay algo muy particular, que he tenido el privilegio de experimentar gracias a mi condición de director del Centro Buñuel Calanda. Me refiero a poder compartir —un poco, solo un poco, demasiado poco diría yo— algunos momentos con los miembros de la cofradía Jesús Nazareno de Calanda. Ellos representan al resto de cofradías y al pueblo de Calanda en los eventos que la figura de Buñuel ofrece la posibilidad de participar, por lo que este dichoso encuentro no se debe a una elección personal, sino a una cuestión profesional.

Pues bien, como decía, como director del CBC he asistido a los eventos en los que han participado los miembros de cofradía, como el acto del centenario de la llegada de Buñuel a la Residencia de Estudiantes de Madrid, la inauguración de la exposición Goya-Buñuel (también en Madrid) o a su intervención en el espectáculo “Buñuel de deseo” de la Compañía de Danza Aragonesa. Pero también he compartido algún momento más íntimo, en el que me sentía como una parte integrante de este colectivo. Y es que al estruendo sonoro que produce su actuación se opone la calidez y placidez del trato humano de sus miembros.

Recuerdo especialmente el viaje en autobús desde Calanda hacia Zaragoza el día del estreno del espectáculo de danza “Buñuel de deseo”. Me senté delante del vehículo, justo detrás del asiento del conductor. En aquellos cien minutos de viaje, oía de lejos, y también de lejos, las diferentes charlas que se entrecruzaban como si de de una red social presencial se tratase. En aquel momento pensé en como de interesante sería un documental sobre esos momentos que se producen en los desplazamiento y viajes. Sobre estos hombres y mujeres que ponen toda su alma para conseguir poner la piel de gallina a quienes tenemos el privilegio de poderles escuchar.

Seguramente este sentimiento se debe a la magnífica hospitalidad que me han brindado como cuando me invitaron a los ensayos para la actuación en la Residencia de Estudiantes. Yo no quería ir, para no molestar ni entrometerme, aunque al mismo tiempo era para mí como asistir a un ensayo de una orquesta filarmónica, esto es, un privilegio. Pero ellos insistieron, como si yo tuviese que validar esa actuación. Todo un ejemplo de profesionalidad y también de humildad. Por ello pienso, como he dicho, que toda la fuerza que destila una actuación de la cofradía tiene su corolario de humanidad. Es algo único, que seguro Luis Buñuel conocía perfectamente, al igual que el resto de calandinos, y que hace de este arte del tambor y del bombo un arte total, un arte por encima de todo humano, no sólo por la habilidad de saber tocar estos instrumentos, sino por saber estar en el momento en que se toca. Tocar el tambor y el bombo requiere de harmonía musical, pero también emocional. Y ambas son las que me han transmitido los miembros de la cofradía de Jesús Nazareno de Calanda. Algo nada fácil.

Jordi Xifra
Director del Centro Buñuel Calanda

Jordi Xifra
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