ver «EL CONTEXO HISTORICO: La década de los sesenta y setenta (1ª parte)»
En 1971 la rompida en la plaza de la Hoya, que era el lugar tradicional de inicio y final de los redobles, resultó insuficiente para acomodar a tanta gente que quería presenciar el acto. Muchos tamborileros no pudieron acceder a la plaza y las quejas se trasladaron a la autoridad municipal. El Ayuntamiento tomó nota acordando que para el próximo año el romper la hora tuviera lugar en la plaza de España. Para eso fue trasladada la placa con la efigie de mosén Vicente Allanegui, obra del escultor José Lamiel, desde el arco de la Hoya, donde estaba ubicada, hasta la fachada de la casa Consistorial. Además con esta medida el Alcalde pudo presidir desde los balcones de Casa de la Villa, acompañados de sus invitados, la rompida y la ceremonia final.
En esa época, hace ahora 50 años, la Alcaldía de la Villa la ostentaba Serafín Espada Torres, siendo el Secretario del Ayuntamiento, Julián Bosque. Posteriormente, a Espada le sucedió en el cargo como Alcalde, Francisco Negro. El titular de la Parroquia, en aquel tiempo, fue mosén Antonio Salas, siendo sustituido por el sacerdote Antonio Ferrer Orrios. Entre medio de ambos estuvo de coadjutor Roberto Gracia.
No siempre la hora de la terminación de los redobles fue a las dos de la tarde. En los años cincuenta la parada tenía lugar a las diez de la mañana, posteriormente el Alcalde consintió alargar el horario hasta las doce y finalmente quedó establecido el final a las dos de la tarde.
En cuanto a las procesiones empezó a surgir un problema, que correspondía a los propietarios de las imágenes, ya que siendo los entradores o medieros los costaleros encargados de sacar las peanas, éstos fueron haciéndose mayores y los dueños no encontraban personal para sacar las imágenes, quedando algunos pasos sin salir por falta de costaleros. El problema quedó solucionado al surgir un movimiento popular, que con el beneplácito de los dueños, sacaron las imágenes, participando las asociaciones civiles, las Amas de Casa, los Padres de Alumnos, el club de fútbol y la Organización Juvenil Española (OJE).
Lo mismo ocurrió con la vieja guardia de los putuntunes. Fue preciso encontrar relevo para sustituir a los que encarnaban estos emblemáticos personajes, muy cargados de años. En 1974 se tomó el acuerdo de proponer que fueran los jóvenes de la quinta los que asumieran las obligaciones de la guardia romana. Y desde entonces los quintos realizan esta función de manera voluntaria. Para la Cofradía del Santísimo, responsable del mantenimiento de esta tradición, resultó un acierto y supuso un alivio. El grupo de jóvenes que personifican la guardia romana han dejado para el recuerdo al tío Pablico, al tío Quiquín, al tío Ranero y a tantos otros, que encontraron el bien ganado retiro en los muchos años de servicios a la Semana Santa.
En el recuerdo y archivo del mucho material etnográfico que guarda la Coordinadora, hay secuencias con los putuntunes que nos transportan a un tiempo lejano pero lleno de nostalgia. Aquellos hombres con las barbas postizas, sus alabardas y la desgastada indumentaria que lucían llenaban de temor a toda la chiquillería. Asustaban los golpes que daban en los turnos de vela en el Monumento para despertar a las mujeres ancianas y que no entraran en duermevela. El ruido que producía al chocar la alabarda sobre el suelo le llamaban espantadiablos y resonaba en toda la iglesia.
La gallardía con que los putuntunes desfilaban en el Santo Entierro y la forma en que ejecutaban el Auto Sacramental al final de esta procesión causaba admiración en el vecindario.
Dicen, que cuando Buñuel recordaba todas estas escenas mágicas, propias de los primeros tiempos del cristianismo, activaba su imaginación para escribir los guiones de sus películas. Sin lugar a dudas los putuntunes forman parte de lo más sustancioso de la historia de la Semana Santa.
También en la década de los setenta el instrumento de percusión conoció una auténtica revolución. Los artesanos fabricaron el tambor de piel de plástico, quedando para el museo y reliquia los antiguos tambores de piel de cordero. Los nuevos modelos aguantaban muy bien las inclemencias del tiempo, eran fáciles de afinar y la sonoridad resultaba perfecta.
Terminamos este repaso a las novedades más relevantes de lo que ocurría en torno a la Semana Santa, con la noticia de que en 1970, los Alcaldes de Alcañiz, Híjar, Calanda, y de Andorra fundaron la Ruta del Tambor y el Bombo, cuya finalidad principal fue la promoción turística. En el folleto de presentación de la Ruta, Calanda era identificada como la cátedra del tambor. Después entrarían en esta institución, Samper de Calanda, La Puebla de Híjar, Urrea de Gaén, Albalate del Arzobispo y Alcorisa.
Subrayar que según consta en la crónica del corresponsal de Calanda en el periódico “El Noticiero” de Zaragoza, el día 12 de abril de 1974, las autoridades locales inauguraron el monolito a la Ruta levantado en el Paseo de Alcañiz. Entre las personalidades que estuvieron presentes en el acto, se encontraba el Secretario General de la Seguridad Social, Enrique de la Mata.
Tiempos que han pasado, que sirvieron de trasmisión de los de principios de siglo a los actuales. Aquella fue una Semana Santa espontánea pero llena de intensidad, de sentimientos y de recuerdos. La actual más esquemática, organizada y ostentosa. Muy difícil de comparar. El rasgo principal de la anterior y la de ahora es que siempre ha sido como un desafío que han cumplido con orgullo y pasión los habitantes de Calanda.
La Semana Santa ha resultado siempre un caudal inagotable de noticias y sucesos que merecerían perpetuar su recuerdo e incluso dejar para la posteridad la narración de sus argumentos. Este es el deseo de la Cofradía de Jesús Nazareno, movilizar el interés de sus cofrades para que tengan constancia de la impronta que esta hermandad ha tenido y sigue teniendo en la historia tamborilera de Calanda.
Para escribir esta historia es obligatorio hacer un apartado con los dos personajes más importantes y antagónicos que repercutieron, de una u otra manera, en el devenir de la Semana Santa en el siglo XX. Uno fue el sacerdote mosén Vicente Allanegui y el otro Luis Buñuel. Ambos naturales de Calanda e implicados en la historia de esta tierra….
Texto extraído del libro: «Cofradía de Jesús Nazareno, 50 años de historia»
