Año en el que en “La catedral” del tambor y el bombo, así es como se le conoce a Calanda en estos organismos, se celebraron los dos eventos más importantes referentes al tambor y el bombo: Las Jornadas Nacionales y las Jornadas de la Ruta del Tambor y el Bombo. Nunca antes ningún pueblo había organizado ambos eventos en un mismo año, siendo Calanda el primero y hasta ahora el único en hacerlo.
Después de 29 años se celebraron en Calanda las primeras Jornadas Nacionales, muy esperadas y deseadas por todos los pueblos que componen el Consorcio Nacional. Su celebración coincidía con el Milagro de Calanda, y como eran tantas las ganas de venir a Calanda, se tomó la decisión de adelantarlas una semana, ya que era la única manera posible de hacerlas.


Tuve el privilegio de pertenecer a la Comisión organizadora y os aseguro que ha merecido la pena la espera. A mi modo de ver, fueron días de mucho trabajo pero maravillosos. Con un desfile espectacular protagonizado por todos los pueblos, pero sobretodo por la cantidad de participación que hubo por parte de Calanda. Mención aparte merece el Acto de Exaltación, nunca había visto tanta expectación, tanta afluencia de público y tantas ganas por ver dicho acto. Pero claro, Calanda cerraba el acto y la gente quería ver a los suyos.
Me siento un afortunado de pertenecer a ese gran grupo de tambores y bombos que representan a Calanda, donde nada sale porque sí. Detrás de todo hay un trabajo con muchas horas de ensayo, mucho sacrificio y sobre todo mucha costancia, pero os puedo asegurar que ese día 22 de marzo era diferente a otras veces. Estábamos delante de nuestra gente, en nuestro pueblo, con muchos nervios y responsabilidad, pero con la confianza de que el trabajo que habíamos hecho para ese gran momento estaba muy bien hecho.
Encima del escenario se respiraba un ambiente nunca antes vivido, y qué bonito momento cuando estábamos terminando de tocar y faltando todavía 2 palilleras, pude ver como a nuestro alcalde José Ramón Ibáñez (muy emocionado) se le saltaban las lágrimas. En ese momento la plaza era ya un trueno de aplausos y mientras nosotros, seguíamos tocando la Sinfonía. La verdad es que no tengo palabras para explicar todo lo que sentí en esos momentos. Cuando terminamos fue una explosión de sentimientos nunca antes vividos. Todos llorábamos, reíamos y nos abrazábamos. Nos habíamos vuelto locos. Y yo digo, bendita locura. Y todo es porque habíamos dejado a Calanda en el lugar que se merece.
Quince días más tarde, se celebraron las Jornadas de la Ruta del Tambor y el Bombo. Nunca podré olvidar ese fin de semana, ya que recibí a nivel personal el mayor reconocimiento que te pueden entregar. El título de Tambor Noble. Gracias a todos los que hicieron posible que se entregara ese reconocimiento, y en especial a nuestro alcalde José Ramón Ibáñez, así como al Presidente de la Ruta, Segundo Bordonaba y a la Ruta. No sé si soy merecedor de dicho reconocimiento, ya que son pocos los elegidos, lo que sí puedo decir es que lo llevaré con orgullo y humildad. Gracias.

Un fin de semana que siempre recordaremos todos aquellos que en la noche del sábado nos encontramos y vivimos ese espectacular pique. Éramos dos cuadrillas cada uno con su toque, y comenzamos ese pique tan sano y tan duro que solo el cansancio y el sentido común de un compañero sacando su pañuelo blanco, hizo que cejásemos en nuestro empeño de hacer cambiar el toque a los otros compañeros. Cómo hubiesen disfrutado nuestros mayores recordando tiempos pasados. Eso sí que es raza.
Y para terminar, la más grande de todas, nuestra Semana Santa. Sin ella todo lo mencionado hasta ahora tendría sentido, ya que todo gira alrededor de ella. Es una fecha de encuentros, donde nadie falta a la cita. Es una obligación tenerla marcada en nuestro calendario y os digo: sepamos mimarla, mantenerla, cuidando nuestras tradiciones, respetándolas, cumpliéndolas y haciéndolas cumplir a todo aquel que intente pasarlas por alto.
Y termino agradeciendo a todos los calandinos y calandinas, especialmente a esta Cofradía, Jesús Nazareno, por contribuir a que nuestra Semana Santa sea diferente además de ser única.
Juan M. Herrero