Antes de escribir en el blog de la Cofradía del Nazareno de Calanda, con la que he compartido muchos momentos de mi vida durante los 11 años de párroco, a la que me unen lazos muy estrechos, momentos de fiesta y días de luto acompañando a sus miembros, cenas y procesiones, días de Semana Santa preparados y vividos con toda su intensidad, roce cotidiano en la calle y la iglesia, en fin: miles de recuerdos y caras queridas…

Antes digo, de escribir, he dado una vuelta por Internet para ver otras cofradías, otras realidades dispersas por la geografía española y suramericana. ¡Qué mar de especies! Igual que en el océano, lleno de estos seres que englobamos con el nombre genérico de peces, así de variedades distintas de cofradías encontramos en el mar de la Iglesia.

Jesús mandó echar la red a Pedro, el pescador de Galilea, y éste con sus compañeros fue eligiendo, viendo los tamaños, los sabrosos y los de carne no comestible, para echar unos al mar, otros a la cesta, para el mercado, para las brasas, para dar de comer y compartir… En el mar hay de todo.

Pero Jesús eligió a Pedro, a otros pescadores, a recaudadores, a personas influyentes y a marginados, a jóvenes y mayores, para hacer de ellos “pescadores de hombres”, discípulos suyos.

Hoy también cuenta Jesús con algunos elegidos y “pescados” en el océano del mundo, de la sociedad, de la Iglesia.

Nos puede sorprender vernos metidos en una cofradía. O quizá hicimos una opción muy responsable como respuesta a nuestra misión de cristianos. Jesús no distingue si somos muy religiosos o poco, si estamos en una cofradía muy comprometidos, o sólo pensamos en tocar un tambor, o llevar una peana, o una vela, o nada… Jesús lo que hace es, como si fuera un cofrade más, se pone a nuestro lado en la fila, en el camino de nuestra vida. Nosotros, una semana al año, lo ponemos en una peana; pero realmente Él camina con cada uno en todo momento. Unas veces le sentimos presente, otros días nos olvidamos de él. Nos acompaña en las fiestas, en las dificultades, en nuestro dolor y enfermedad, en el éxito de nuestro trabajo y en el paro. El valora no sólo las veces que le decimos ¡Señor! ¡Señor! sino las que le echamos el brazo por encima tomando con él una caña en el bar cuando necesita de nosotros un poco de ánimo; nuestras ayudas, consuelos y perdón. “Cada vez que lo hacéis con uno de mis hermanos, conmigo lo hacéis” –dice Jesús-.

Cofradía significa unión de hermanos (“co-fratres” en latín). Dentro de la Iglesia es un grupo selecto, más unido, que ayuda siempre a los demás hermanos y también a los necesitados del mundo, a los excluidos y marginados. “Míralos cómo se quieren” decían los paganos de los primeros cristianos. Y crecía el número de bautizados.

Si somos dóciles, el Espíritu Santo guiará a la Iglesia y en especial a sus miembros más selectos.

La Cofradía, puesta a disposición de la voluntad del Señor y bajo la guía del Espíritu, que se manifiesta en el bien gobernar de sus dirigentes (priores, junta, capellán, presidente, consejeros…) seguirá viva y será una luz en la oscuridad para muchos que buscan a ciegas.

Las Cofradías son necesarias en la Iglesia y la Iglesia es el marco de referencia para las cofradías. Lo contrario sería empobrecernos todos. Animo a todos los cofrades a sentirse muy vinculados a la Cofradía, a las demás hermandades y a toda la Iglesia. Y a colaborar todos por ir mejorando en todos los aspectos, no sólo en los organizativos o folclórico-tradicionales. ¡Siempre hacia delante, nunca quietos!

Pablo Roda Muñoz
Párroco de Calanda durante 11 años

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