Así me siento al ponerme a escribir estas líneas que me ha pedido nuestro Presidente, Juan Herrero. Debo reconocer que han sido varias las ocasiones en las que lo ha hecho a lo largo de estos últimos años, pero, con la vida tan acelerada que llevamos y por falta de tiempo, nunca lo llegué a hacer. Pues bien, en estos momentos en los que, como he dicho, soy un nazareno más, creo que es una buena ocasión para saldar esa “deuda” que, de alguna forma, había contraído con Juan y con muchos de vosotros, con los que he tenido la oportunidad de compartir y -lo que es más importante- de disfrutar, asistiendo, en representación de nuestro pueblo, a Jornadas Nacionales, Jornadas de la Ruta e innumerables eventos culturales, algunos con gran repercusión mediática y muy atractivos desde todo punto de vista, como la Gala de los premios Goya y otros que no lo eran tanto. Recuerdo uno especialmente: la inauguración de una exposición sobre Los Olvidados, en Villanueva de los Barros, Extremadura. En todos los casos tuvisteis una actitud y disposición ejemplares, por lo que os estaré siempre agradecido. Habéis sido los mejores embajadores de Calanda en todos y cada uno de esos actos y no solo no habéis defraudado nunca, sino que siempre superasteis todas las expectativas, dejando el pabellón de Calanda en lo más alto.

Y qué decir de la celebración en Calanda, por primera vez en su historia, de las Jornadas Nacionales de 2014. Fue una decisión arriesgada, pero necesaria. Había llegado el momento en que había dos opciones: dejar de participar en las mismas u organizarlas en Calanda. Así me lo hicisteis comprender y, como tenía clarísimo que no me ibais a fallar, no dudé ni por un instante de que iban a ser un rotundo éxito. Y así fue.
Por todas estas vivencias, por mis amigos y familia que ya pertenecían a la Cofradía, prácticamente, desde sus inicios y por muchas otras razones que no quiero enumerar para no hacer demasiado largo este escrito, el año pasado, el primero en que se celebró la Semana Santa como tal, tras los dos años de la pandemia de COVID, y a mis 61 años, decidí que había llegado el momento de ingresar en esta gran familia que es la cofradía de Jesús Nazareno de Calanda y así se lo solicité a Juan, que, según me dijo, le daba una gran alegría por ello.
Os aseguro que nunca antes había sentido la necesidad de pertenecer a ninguna cofradía, pero estoy convencido de que ha sido una buena decisión y quiero que sepáis que, tras 40 años de no poder vivir una Semana Santa alejado de actos oficiales, la de 2022 es y será inolvidable para mí: participé con mi bombo en todos los actos, excepto en la “Rompida”, pues aún debí atender algún compromiso, y os aseguro que hacía muchos años que no disfrutaba tanto en una Semana Santa.

Al iniciar la procesión del Calvario el Jueves Santo, tenía el convencimiento de que no podría terminarla. Confieso que hubo varios momentos de flaqueza,pero justo entonces, como si lo percibiera, Juan se giraba hacía los que íbamos detrás de él, con ese gesto que conocéis a la perfección, y… no sé cómo explicarlo, si porque me transmitíais parte de esa fuerza vuestra o porque me hubiera sentido fatal de no haber podido continuar, fui capaz de reponerme y de conseguir llegar de vuelta a la plaza.
Sin duda, lo ocurrido en el Vía Crucis me dio confianza y salí al Pregón, salí a tocar por la noche el Viernes Santo, salí al entierro y, después de almorzar con todos, salí de nuevo a la Plaza para terminar de tocar el sábado a las dos de la tarde. Como os he dicho fue una Semana Santa inolvidable para mí y, estoy convencido de ello, no la hubiera podido vivir con la intensidad con que la viví, de no haberlo hecho junto a todos vosotros.
Ojalá nos queden muchas Semanas Santas por vivir juntos, pero, sobre todo, que no se pierda nunca ese espíritu de hermandad, de sana convivencia, de unión, de espíritu de superación, que habéis sabido construir en torno a esta cofradía y, si bien soy consciente de que este es un trabajo de grupo y que son muchas las personas que aportan su granito de arena, no es menos cierto que los grupos necesitan de buenos líderes al frente. Juan Herrero es un claro exponente de ello; por eso tiene toda mi admiración, respeto y cariño.
José Ramón Ibáñez Blasco