Una de las figuras fundamentales de nuestra Semana Santa es el cocotero.
Su presencia se hace necesaria y es esencial para el buen funcionamiento de nuestras procesiones. La Semana Santa ha cambiado y mejorado mucho con respecto a años anteriores. El orden, la indumentaria, y también, y muy importante, la mentalidad de la gente ha ido transformándose y adaptando a los nuevos tiempos. Tenía que ser así. Pero no fue fácil.

Los/as cocoteros/as actuales son personas jóvenes, la mayoría, que aunque han asumido, muy bien, su responsabilidad, les cuesta, en muchas ocasiones, que los tamborileros sigan las pautas marcadas para el buen funcionamiento de las procesiones. Además de su juventud, hay que añadir que, aunque alguno repite, otros se renuevan cada año. Y esto no es bueno ni aconsejable.
Vienen a mi memoria aquellos años, donde mi padre (El Garrén), Pedro Alquézar (El Marto), Miguel Palos (El Quiquín), Gregorio Aznar (El Matacán), Antonio Royo (El Chato), Miguel Pérez (El Timoneda), y yo mismo, planeábamos, media hora antes del comienzo de las procesiones, tomando un café en el Moderno, cual iba a ser nuestro trozo de procesión a recorrer y vigilar. Lo demás venía rodado, y “casi” siempre salía todo bien. Había una cosa diferente entre nosotros y los cocoteros actuales, se nos tenía MUCHO RESPETO. Desgraciadamente en los tiempos actuales, en ocasiones, no sucede lo mismo.
Mi deseo es y ha sido siempre, y así lo he transmitido en muchas ocasiones, que las cofradías se deberían “mojar” en este asunto. Debemos cuidar lo que tanto ha costado conseguir. Por eso estamos donde estamos y somos lo que somos. Admiro y respeto profundamente el papel que desempeñan los/as chicos/as que realizan este trabajo actualmente, pero la responsabilidad es de todo aquel que se cuelga un tambor o un bombo.
Feliz Semana Santa a todos! y especialmente a mis hermanos Nazarenos.
José Miguel Asensio Membrado
