De padre Castellanomanchego, madre Calandina y residente en Andorra, por mis venas corre sangre calandina desde el minuto 1, mi abuelo Manuel Bondía Sauras se encargó de que esto fuese así, pateándome junto a él cada rincón de Calanda, El Pilar, la Iglesia, San Blas, las cantererias, el Humilladero… recorrido fijo cada tarde que me venía a buscar y nos bajábamos a Calanda, y por último y como no podía ser menos me empapó de sentimiento y amor por la Semana Santa Calandina.

Voy a tirar de recuerdos:

Cuando se acercaba la fecha veíamos fotos antiguas, vídeos y un largo etc, que si, todos años eran los mismos álbumes y el mismo vídeo pero me encantaba, recuerdo con muy pocos años me dijo mi abuelo: «este año saldremos al pregón…» mi madre pensaba que en el humilladero me bajaría del barco pero cuando llegue a la plaza dije: «¿Ya? yo quiero dar otra vuelta.» Ese momento lo recuerdo como si fuese ahora mismo.

También recuerdo esperar siempre con ansia ver pasar el Nazareno en la soledad y mi abuelo decirme siempre 2 cosas: Me encantaría poder hacerle una túnica de tela, (era sastre) y creo que esa ha sido una de las pocas cosas que le quedó por hacer en esta vida, acto seguido siempre me decía: «Un día lo llevarás tú».

Luego siempre recuerdo ver la procesión del entierro y la lucha en el balcón del Casino y decirme lo mismo pero con el sepulcro, ya que el lo llevo muchos años.

Conforme te vas haciendo mayor la vives de otra manera y va a más.

No entiendo otra manera de vivir la Semana Santa si no es en la vieja casa familiar, rodeado de tíos, primos y amigos, de romper la hora con mi cofradía y el rato tocando con mi familia, comer y vestirme rápido para salir al pregón, correr a que mi tía Rosa me pusiese el cinturón bien para que no me arrastrase, creo que aun que lo llevara bien siempre la buscaba, y ella lo deshacía y lo volvía a poner como estaba pero ¿y su cara de satisfacción? y ¿la mía?, los momentos previos al Calvario, ver las cruces subiendo un «escalón» por encima tuya en el camino mientras se rezan las cruces con esa voz del Paco, el gusanillo en el estómago antes de La Soledad dentro de la Iglesia, la noche de Viernes Santo en la plaza, el sol que pega cuando encaras la calle Mayor el Sábado por la mañana y los abrazos y lágrimas de las dos de la tarde… un sin fin de momentos únicos que solo se dan esos días.

No tengo las suficientes palabras para expresarlo pero lo que tengo claro es que no la cambio por nada del mundo, no habrá motivo de peso suficiente para que yo no pase una Semana Santa en Calanda, para ejemplo, hace unos años pasé a la final en un concurso importante para uno de mis hobbys, Sábado Santo en Palma de Mallorca a gastos pagados, ni me lo pensé, cedí mi puesto a otro concursante, yo no podía faltar en Calanda.

Por último un especial recuerdo a mi Tía Rosa, culpable de que yo pertenezca a esta Cofradía la cual me ha permitido conocer a grandes personas, sentirme querido, aprender y vivir experiencias que se guardan para siempre, otro recuerdo a mi abuelo Manuel, máximo responsable de que yo pueda sentir todo lo que siento cuando piso Calanda, y decirle allá donde esté que tenía razón cuando me dijo «un día lo llevarás tu» y así está siendo.

Joel Ibañez Bondía

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