Cada año cuando la Semana Santa en Calanda da sus últimos coletazos, los últimos minutos en la Plaza de España antes de despedirse son de silencio… Alrededor de las 13:50h, cuando las cornetas suenan y anuncian que hay que parar los toques. Es en ese momento todos los calandinos y tamborileros rinden homenaje a Mosén Vicente Allanegui Lusarreta, tocando, a continuación, las últimas palilleras hasta las 14:00. Y después el silencio “definitivo”, hasta la Semana Santa del año siguiente.

Vicente Allanegui Lusarreta nació en Calanda un 23 de enero de 1868, hijo de un general y hermano de militares, cursó estudios de Teología en el Seminario de Zaragoza, con 24 años fue ordenado presbítero y enviado como coadjutor a su pueblo donde ejerció durante toda su vida. Fue una persona humilde y llana, aparte de sacerdote, sus inquietudes y capacidad de instruirse le hicieron ejercer de músico, poeta, médico, etc. Falleció el día 6 de abril de 1948.

Durante toda su vida se dedicó a investigar la historia, anécdotas, datos y referencias de la vida cotidiana de Calanda. También la historia de la España de esa época con relatos de los cronistas e historiadores aragoneses más prestigiosos. Esta colección de apuntes, de más de 750 páginas, que empezó a escribir en 1921 a la edad de 41 años (aunque se recopilan datos anteriores, principalmente de un antepasado suyo), se guardaron durante muchos años en la Parroquia de la Esperanza de Calanda. En el año 1988 el Instituto de Estudios Turolenses y la Parroquia editaron y publicaron estos apuntes siendo uno de los documentos más importantes sobre la historia de Calanda.

Su entusiasmo por la Semana Santa y los tambores le llevará a ganarse la simpatía de todos los calandinos. Durante más de medio siglo fue un auténtico renovador e impulsor de la Semana Santa Calandina, una tradición que no gozaba de su mayor esplendor en los primeros años del siglo XX. Mosén Vicente acometió la labor de recuperar, reconstruir y consolidar esta tradición: creando la cofradía de la Dolorosa, introduciendo por vecinos la representación de figuras bíblicas en las procesiones. Promocionó otras cofradías (especialmente los pasos que algunas familias guardaban en sus casas, animando a que saliesen en la procesión de “La Soledad” y del “Santo Entierro”), también el auto sacramental de los Putuntunes. Junto con otros calandinos reavivó y fomentó la costumbre de tocar el tambor (en decadencia en esos primeros lustros del siglo XX), rescatando y creando nuevos toques como el redoble de la “marcha palillera” (alrededor de 1926), ampliando las horas de toque del tambor durante la Semana Santa.

La Guerra Civil le sorprende en Calanda y logra salvarse milagrosamente (seguramente por ser una persona tan querida por todos los vecinos de su pueblo) trabajando como Jardinero en las Escuelas Municipales. La década de los años 30 fue un momento complicado en Calanda y por ende en su Semana Santa. El Viernes Santo de 1939 llegó sin haber terminado oficialmente la Guerra Civil. Muchas casas del pueblo estaban todavía vacías y los efectos de la contienda bélica eran devastadores en la población. Mosén Vicente decidió salir a la plaza y colocarse junto a la puerta de la iglesia, cuando dieron las 12 rompió la hora en solitario… Un rato después, un pequeño grupo de tamborileros se unieron, ese gesto volvió a dar vida a una tradición que en esos últimos años tan difícil había sido de mantener.

Tras la guerra puso todo su empeño en reestablecer e impulsar todavía más la costumbre de tocar el tambor, siendo el principal responsable de la pujanza que tendría en las siguientes décadas. En los años posteriores a la guerra civil, Mosén Vicente aparece como figura clave en la recuperación de la tradición de Semana Santa: pasos, cofradías y putuntunes, cuidando y controlando procesiones y recuperando el uso de las túnicas moradas y tercerol.

Muere en 1948, a la edad de 80 años, siendo un personaje célebre y querido entre los Calandinos. Durante sus últimos años de vida disfrutó del arraigo que habían alcanzado los tambores (se encargaba de organizar las procesiones, controlar que la túnica estuviese bien abrochada y el tercerol colocado correctamente, etc.). Todavía en esos años no venían turistas extranjeros a Calanda ni la prensa se hacía eco como en años posteriores, pero la tradición se había vuelto a asentar y seguía evolucionando en gran medida gracias a él (Unos años más tarde en la década de 1960, otro calandino ilustre, Luis Buñuel, daría el empujón definitivo).

En la Semana Santa del año siguiente a su fallecimiento, los tamborileros calandinos, portando brazaletes negros, acudieron el Viernes Santo para romper la hora ante la casa de Mosén Vicente; al igual que el Sábado Santo a las 12 del mediodía en el cese de los toques (en esas fechas se terminaban los toques en Semana Santa a esa hora). Se rezó un Padrenuestro en su recuerdo, y como agradecimiento, se interpretó durante unos minutos la marcha palillera… Tradición que, todavía hoy, perdura casi 60 años después.

Rubén Magrazó Palos

Documentación principal para confeccionar este artículo:

  • Apuntes Históricos sobre las Historia de Calanda“Apuntes históricos sobre la historia de Calanda” de Vicente Allanegui Lusarreta – editado por el Ayuntamiento de Calanda, Parroquia de la Esperanza de Calanda y el Instituto de Estudios Turolenese – 1998

 

 

 

 

  • libro-002“Calanda. El sueño de los Tambores”-Varios autores coordinados por Pedro Rújula – editado por el Ayuntamiento de Calanda – 2005

 

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