Todos somos conocedores de lo que nuestros bombos y tambores son capaces de expresar. Los que hemos crecido y mamado desde niños este ambiente somos privilegiados pero sobretodo somos parte implicada en todo el universo semanasantista que desde hace siglos gira alrededor de nuestro pueblo. Cuando pasa el invierno y los primeros rayos de sol inundan nuestro día a día, la cuaresma anuncia que nuestro deseo más esperado y que afortunadamente se repite año tras año, está a la vuelta de la esquina. La primavera hace que nuestro sentimiento dormido desde hace meses aflore de nuevo en nuestras entrañas. Los ensayos serán testigos de nuestras miradas, nuestros gestos, lo que sentimos, el amor, el recuerdo por nuestros seres queridos pero sobretodo la ilusión de sentirnos vivos y que desde niños ya nuestros padres y abuelos nos transmitían con su buen hacer. La sensibilidad, la nostalgia, el anhelo, formaran parte de la mente de todos nosotros. El reencuentro, con todos los miembros de esta gran familia, la familia Nazareno a través de almuerzos, procesiones, cena de hermandad. Escenarios en los que nuestro colectivo se hace fuerte, la cohesión y la fuerza de nuestra unión son aspectos inquebrantables que sabemos transmitir y que hacen de todos nosotros un grupo humano con grandes valores solidarios.



Han pasado casi 10 años desde que decidí unirme a esta gran familia, a este grupo de personas que hacen que año tras año nuestra cofradía sea un referente en cuanto a disciplina, orden, pero sobre todo respeto y admiración hacia la tradición más importante y que tanta fama ha dado a nuestra comarca y obviamente a nuestro pueblo.
Destacar entre otras cosas, la amistad que nos une a todos los miembros de este colectivo, y si me permitís y en nombre de todos los bajoaragoneses ausentes que vivimos fuera de nuestra tierra, el ejemplo que sois para todos nosotros. La nostalgia que sentimos por nuestro pueblo por el hecho de estar lejos de él, hace que el sentimiento hacia nuestra Semana Santa y en este caso hacia la Cofradia de Jesus Nazareno sea indescriptible, pero de lo que somos conscientes es que cada vez que pasan los años y volvemos a reencontrarnos sabéis transmitirnos el buen trato, la generosidad y la nobleza que siempre ha sido un signo de identidad de los aragoneses.



Quiero acabar estas líneas agradeciendo de forma unánime a todas las personas que de forma desinteresada siempre colaboran de una manera u otra por el bien de esta gran familia. No nos olvidemos que hace muchos años que inició su andadura, muchos de ellos quedaran en el anonimato por expreso deseo de los mismos, pero en definitiva con su aportación han seguido construyendo el futuro de este colectivo ejemplar.
Carlos Palos Sáez